sábado, 3 de abril de 2010

Gestos pequeños encierran grandes dramas


Ahí estás tú, ante la incómoda situación de que la fila se mueve pero tú no sabes si avanzar o no porque el que está delante de ti es un carro, no un señor borde, ni un chico despistado, ni en el peor de los casos una señora hablando acaloradamente por teléfono con su amiga, a los cuales puedes decirles que anden, y aunque la mirada que te echen no te matará pero te quitará 5 años de vida seguro, acabarán dando un paso adelante. Lo que ocurre es que lo que tienes delante es un puto carro, inerte, totalmente quieto viendo la vida pasar y tú te preguntas qué será mejor: empujar el carro sabiendo que justo en ese mismo instante el dueño aparecerá con una mirada directa a tu nuca dándote una estocada que acabará con otros 5 años de tu vida o esquivar el carro bajo la atenta mirada de los demás convirtiéndote en un auténtico capullo que se cuela a un carro, a un pobre carro indefenso. Pero en ese instante de dura reflexión, donde estás inmerso en una de las decisiones más importantes de tu vida, la dueña del carro aparece. Vuelves a respirar y piensas que tu vida no puede ser más feliz y con esa seguridad de sentirte ganador observas a la señora. Pero en ese momento, vuelven a aparecer los sudores fríos cuando ves cómo la señora, tras previa inspección del entorno, ese mirar de reojo tan señalador de que va a hacer algo malo, vuelve a irse. Y ahí es cuando te das cuenta de que esa señora es una auténtica egoísta y que es incapaz de sentir cariño ni siquiera por su carro. Pero lo peor de todo es que tú vuelves a estar en una de las situaciones más complicadas de tu existencia, pero esta vez empujas el carro con un suave movimiento, casi acariciándolo, diciéndole con tus manos que no pasa nada, que no es él es ella, que se merece algo mejor, alguien que le quiera como es.

Y en ese instante en el que el turno es para el carro y en el que tú te frotas las manos esperando a que la cajera diga que pases tú, la señora regresa. Y vuelves a observarla, viendo cómo va dejando todos y cada uno de los 2.000 artículos que lleva (¿hay oferta 2.000x1?) y al final, como no podía ser de otra forma, no deja el carro unido al resto de sus amigos sino que lo deja al lado formando otra fila, así, desafiando a Edward Lorenz, creando su propia teoría del caos en dos segundos. Y entonces es ahí cuando realmente te das cuenta de que esa señora es la auténtica nieta de Satán.

Y abandonas la tienda triunfante, con 10 años menos pero con una barra de pan como trofeo, porque aunque la nieta de Satán se ha propuesto acabar con el mundo empezando por El Mercadona, tú la has calado desde el principio.


Texto inspirado por Nacho Sanz

1 comentario:

  1. Joder! me ha sorprendido la entrada! me ha gustado este punto de vista! jaja... yo en tu caso habría mandado a tomar por culo al carro y a la señora...XD

    Me pasaré más.

    Muaa soriana

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