miércoles, 27 de abril de 2011

- ¿Cómo te gustaría estar dentro de diez años?

- Dentro de diez años quiero estar vivo.

lunes, 25 de abril de 2011

sábado, 23 de abril de 2011

- Abuela coge el teléfono, ya dejo yo el jarrón en el salón. (El niño se sienta al lado de su abuelo) Abuelo, sigue contándome la historia que empezaste a contar ayer.

- Ah sí, la de ese mozo de mi pueblo. Era tiempo de recoger la cosecha y mi amigo se levantaba muy temprano para ir a ayudar a su padre en la huerta. Era una huerta preciosa, en la que habían plantado de todo: patatas, tomates, cebollas, acelgas, borrajas, pimientos… incluso gladiolos y margaritas. Mi amigo se encargaba de ir llevando a casa todo lo que recogían. Por el camino, siempre se las arreglaba para dejar una margarita en la ventana de “La Morena”, la moza más guapa de toda la comarca. “La Morena” debía su apodo a su melena negra como el carbón, una melena que le adornaba hasta la cintura y que olía siempre a romero. Todos los mozos de la zona le rondaban y en las fiestas se peleaban para ver quién la sacaba a bailar. Pero “La Morena” era mucha Morena y no bailaba con cualquiera. Mi amigo no se atrevía a decirle nada, sólo le dejaba la margarita en la ventana todos los días. Se quedaba embobado siempre que la veía pasar, con esos andares, con ese mover las caderas que quitaba la respiración a todos los mozos que por allí pasaban. Pero una mañana, una mañana, la vida de mi amigo cambiaría para siempre. Tras dejar la flor, oyó una voz que le preguntaba su nombre. Era una voz dulce, lo más dulce que mi amigo había escuchado nunca. Mi amigo no podía creérselo, “La Morena” estaba hablándole a él. Sus ojos le miraban a él. Si la gente viese esos ojazos no tendría más remedio que cambiarle el apodo, pensó. Esa noche, los mozos del pueblo no se pelearon pues mi amigo y “La Morena” bailaron juntos todas las canciones. Y así llevan más de 50 años, bailando juntos.

- Vaya, qué afortunado tu amigo, abuelo.
- ¡Ale chicos, a comer!
- Ya vamos abuela.
- Ya vamos Morena.

lunes, 18 de abril de 2011

QUITO:

- La mala ostia que gasta la gente.

- “El reencuentro”. Joder, pero a dónde vamos a llegar.

- A quien ha perdido el interés por ayudar a las personas.

- A todos los putos políticos ¡Ya vale con la broma hombre!

- La mirada de los otros a quien es diferente.

- El sonido del despertador.

- Las niñas repelentes de 5 años.

- La gente sin ambición.

- La gente con ambición y sin escrúpulos.

- Al del gas cuado viene a la hora de la siesta.

- El tabaco de los bares. Ah no, que eso ya lo han quitado.

- El perro del vecino.

- La música del vecino.

- Al vecino.

- A las señoras sin paciencia ni educación en las procesiones.

- Las gramíneas, los sauces y la madre que los parió.

- Todo. Ya veremos lo que ponemos.

viernes, 15 de abril de 2011

Un giro de 360 º

Un giro totalmente inesperado. Un giro tan grande que te das la ostia. Un giro que cambia tus planes. Ésos que tenías tan claros y a los que ya te ibas haciendo a la idea. Un giro que te aleja aún más de casa. Que hace que Madrid ya no parezca tan mala opción. Un giro que no es taza, ni taza y media sino tazón. Una perivuelta que diría mi prima. Un giro que descoloca. De ésos que te dejan en el mismo sitio pero mareado, y no eres capaz de seguir andando en línea recta. Un giro que no acaba con un sueño pero que lo complica. Un giro que acojona.

lunes, 11 de abril de 2011

Últimamente apenas escribo textos. Ya no estás para leerlos. Desde que te has ido, mi inspiración no me habla. Todo porque no te dije lo que ella quería. Ya sabes, todo eso de te quiero y demás historias. Últimamente ya no tengo tardes de domingo que contar. Ni pequeños detalles, ni paseos de la mano, ni escenas de sexo. Ya no puedo escribir lo que no me atrevía a decirte a la cara. Ni escribir que no sé qué sería de mí si no estuvieses porque ahora lo sé. Últimamente no puedo pensar cómo sorprenderte porque no puedo sorprenderte. Ni escribir un texto que diga que pase lo que pase no me sueltes. Ya no procede. Últimamente, escribir(te) ya no tiene sentido. Bueno, en realidad, es mentira, últimamente no escribo porque no tengo tiempo.

sábado, 9 de abril de 2011

Nada me retuvo. Me liberé y fui.

Hacia placeres que estaban

tanto en la realidad como en mi ser,

a través de la noche iluminada.

Y bebí un vino fuerte,

como sólo los audaces beben el placer.




Constantino Kavafis

jueves, 7 de abril de 2011



"... qué disparate de partida de ajedrez con una partenair adicta al jaque mate..."

lunes, 4 de abril de 2011

- ¡Yo no me equivoco nunca! he dicho.

- Vamos a cambiar de tema porque mira que eres cabezona.

- ¿Y de qué quieres hablar?

- El chico al que besabas anoche ¿es tu novio?

- ¡Toma cambio de tema! Mira que eres cotilla. ¿Por qué quieres saber si es mi novio o no, qué más te da?

- Quiero saber si tengo alguna oportunidad.

- jajaja, qué bobo eres. Tú lo quieres saber porque eres un cotilla. Una oportunidad dice, tú y yo tonteamos porque nos divierte mucho tontear pero sabemos que ninguno de los dos quiere algo más, eso lo hace aún más divertido porque nadie sale mal parado.

- ¡Qué no cambies de tema! ¿Es tu novio o no?

- No es mi novio, es una historia muy larga.

- Soy todo oídos.

- No, tú eres Jorge Javier Vázquez y en algún momento, no sé en cuál ni cómo, este bar se ha convertido en el plató de Sálvame.

- Lo guapa que eres y lo tonta que te pones a veces.

- Lo zalamero que eres y lo cotilla que te pones a veces.

- Cuéntame la historia.

- Vale, pero te la cuento mañana que hoy se me ha hecho tarde.

- Prométemelo, mañana me cuentas tu larga historia de amor con tu no- novio. Date prisa o no llegarás a coger el autobús.

- Adiós zalamero.

- Adiós guapa. Y lo ves como a veces te equivocas.

- ¿Ah sí? A ver listo, ¿en qué me he equivocado?

- Mataría por tener una oportunidad

sábado, 2 de abril de 2011

Nunca había estado tan cerca del dolor. No del dolor de doler, sino del dolor de verdad, del que te mata. Ese dolor que te hace preferir que el corazón deje de latir a que siga latiendo roto. Ese dolor tan fuerte que llega a doler a los de alrededor. Ese dolor que te impide saber quién eres. Ese dolor que no se puede esconder bajo una sonrisa fingida porque sonreír se te olvida.

Nunca había estado tan cerca de la lucha, de las ganas de seguir viviendo. Esa lucha contra los propios miedos y los miedos que tiene la gente a las personas “diferentes”. Esa lucha contra la enfermedad, la cual ganó demasiadas batallas, pero no la vida. Esa lucha pese al miedo.

Nunca había estado tan segura de ser psicóloga… y luchar junto a ellos.