jueves, 1 de julio de 2010

Duele, la vida duele, y quien diga lo contrario no vive. Pero además de inevitable, el dolor es necesario. Sin embargo nos pasamos la vida intentando evitar hacernos y que nos hagan daño, cosa que es legítima por supuesto, cosa que deja de serlo cuando no nos damos cuenta de que en realidad estamos haciendo la herida más profunda. No somos capaces de tomar la decisión que nos causará daño a corto plazo pero que en el fondo sabemos que es la correcta. Nos aferramos a un clavo ardiendo, nos enganchamos a los granos de arena que nos dan sin tener en cuenta toda la cal recogida, somos capaces de autoconvencernos de que en realidad no duele tanto aunque los ojos hayan llorado demasiado.

No hay heridas que no cicatricen nunca, todo, absolutamente todo, acaba sanando. El tiempo es un gran anestésico: no acaba con el dolor pero te ayuda a calmarlo.

Nos aferramos a un clavo ardiendo, cosa que no tiene sentido, o sí. ¿Merece la pena ese clavo?

2 comentarios:

  1. Quiero comentar aunque no sepa que poner.
    Pero tienes la habilidad de entender lo que siento y transformarlo en palabra, asiqe sabras lo que quiero poner aun si saber como.
    La de la izquierda:)

    ResponderEliminar
  2. Sólo te diré una cosa: siempre a la derecha =)

    ResponderEliminar