Todas las mañanas cuando iba a trabajar se cruzaba con su mirada. Él era distinto, todos los días pedía dinero en el metro, lamentablemente como tantos otros, pero ese señor era diferente. Su mirada reflejaba pena, igual que la de los demás, pero la suya aún más. Tenía ojos tristes, de esos que cuentan que la vida cuando quiere es muy puta, que te da placeres pero te cobra un alto precio por ellos. Nunca se atrevía a decirle nada y ella era la única transeúnte a la que el señor no le pedía que le diese algo. No sabía explicar por qué ese señor le llamaba tanto la atención, por qué, aunque se lo proponía todos los días, no podía dejar de mirarlo, por qué le intrigaba tanto la historia de su vida.
- Por favor, ¿Podría darme un poco del bollo que está comiendo?
- ¿Del que me estoy comiendo yo? ¡Vamos hombre, que falta de consideración!
Abrió el bolso y le entregó los dos bollos que completaban el paquete.
Me ha encantado! te acabo de descubrir... pero me quedo contigo!
ResponderEliminarAbrazos cantautoriles!
Víctor
www.alcaerelsolradio.blogspot.com
historias... me gusta.
ResponderEliminar