viernes, 16 de marzo de 2012

I

Aún no me creo que sea la última vez que escriba desde este antro. No entiendo cómo Rick podía vivir en esta asquerosa pensión. Podía haberme pedido algo de dinero, de alguna forma soy el mayor, yo nací un minuto antes. Aunque esto ahora ya no tiene sentido. Pero bueno, no me queda mucho tiempo en este lugar. Esta tarde me casaré con Isabelle y por fin podremos mudarnos a mi casa en las afueras. Podré dejar de ser quien no soy y morir de viejo a su lado.
Todo comenzó un soleado lunes de mayo. Rick me llamó, quería verme. Quedamos en el parque Alcántara, en el banco donde padre siempre se sentaba cando nos llevaba a jugar allí. Hacía tanto tiempo desde la última vez que nos vimos que tengo que reconocer que me impresionó ver a alguien tan igual a mí. Los años habían castigado a Rick por dentro, no paraba de toser, aunque por fuera le habían respetado bastante. La verdad era, que pese a la distancia, la vida nos seguía conservando como dos gotas de agua. No nos llevó mucho tiempo ponernos al día: él pobre, viviendo en una pensión, sin trabajo y sin amigos. Yo lo contrario. Lo único que compartíamos era el hecho de que ninguna jodida mujer había decidido aguantarnos toda la vida. No sabría decir por qué, pero sentía que ese día nuestra suerte cambiaría.




Todo comenzó un soleado lunes de mayo. Yo tenía mis contactos y sabía que uno de los tíos más ricos de la ciudad estaría a las cinco de la tarde en el parque Alcántara. Sólo tenía que ir allí y encontrarlo, no sería muy difícil, el parque no es muy grande. Lo reconocí pronto, era la única persona que estaba sentada, todos los demás hacían footing. Fui directa hacía él, con mi mejor sonrisa y mi abultado escote, pero algo me detuvo. De repente, una persona se sentó a su lado. ¡Eran tan iguales! Parecía una broma, como si alguien hubiese puesto un espejo y la mitad derecha de la tierra fuera en realidad el reflejo de la izquierda. Esto complicaba las cosas, las complicaba mucho. ¿Quién de los dos tendría el dinero? Decidí marcharme, tenía que planificar otra jugada, ahora eran dos tíos y la cosa cambiaba. Tendría que ir con mucho cuidado, tendría que conseguir que no se enterasen de nada; igual que ahora, en ese banco, tan ingenuos, sin saber que su suerte había cambiado.

2 comentarios:

  1. la suerte, muy de vez en cuando , viene corriendo para darnos la mano .

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  2. Uuuuh qué buena pinta tiene esto! Para cuándo la siguiente entrega??

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