lunes, 8 de noviembre de 2010

Odio las tardes de domingo. No porque sean domingo. Las odio porque antes me gustaban. Antes venías a verme y siempre traías castañas. Pasábamos la tarde mirándonos, hablando y bueno también haciendo otras cosas. Pero hoy es domingo, domingo de resaca, domingo de resaca después de un concierto y no hay ni miradas, ni castañas, ni sexo. Las camas vacías deberían estar prohibidas, sigo teniendo pesadillas y aún hoy, después de tanto tiempo, me giro para abrazarme a ti, pero tú ya no estás calentando ese lado de la cama y al miedo se le suma el frío. Aún recuerdo las noches de conciertos, las miradas cómplices entre tanta gente, la forma en la que me tocabas el culo sin que los demás se dieran cuenta. Nadie conseguirá hacerme reír como tú lo hacías, ni sonrojarme cuando te pillaba mirándome de reojo cuando me desvestía. Las tardes de domingo son una auténtica mierda porque estoy sola y pienso en cuando tú y yo, nosotros, nos comíamos el mundo. Y es cuando realmente me doy cuenta de que ya nadie acabará las discusiones con un “te quiero”, ni me dejará tocarle la oreja, ni me acariciará el pelo como tú lo hacías.

Odio las tardes de domingo. Y cualquier día que me diga que te he perdido.

3 comentarios:

  1. a veces es mejor quedarse con el sabor de otras tardes, de otras compañías...
    Es cierto que los recuerdos vienen acompañados de una rutina pasada, generalmente de una maravillosa rutina... haz de los que vives ahora los mejores recuerdos para el futuro.
    Un abrazo grande

    ResponderEliminar
  2. Me dejaste con la misma sensación con la que escribiste: yo también odio esos días en los que uno está solo con sus recuerdos. Me encantó leerte, como siempre. Un beso!!

    ResponderEliminar