11 de Marzo de 2004, 192 personas se despiertan, se visten, desayunan, se arreglan, discuten por una tontería, con suerte se despiden de sus seres queridos y salen a la calle, como todos los días. 192 personas que ya no volverán nunca a casa aunque sus familiares, amigos, conocidos… hoy, 6 años después, les sigan esperando.
Dos minutos, dos míseros minutos son suficientes para acabar con toda una vida. Dos minutos son los que hacen falta para que toda una vida cambie irremediablemente.
Cobardes. Sólo los cobardes son capaces de terminar con los sueños de las personas de una forma tan ruin. 192 personas, con nombres y apellidos, ya no podrán ver la luz del día, ni besar a sus pareja, ni educar a sus hijos, ni cuidar de sus padres, ni pelearse con sus hermanos, ni llorar, ni reír, ni luchar por seguir adelante, ni quejarse por madrugar, ni querer, ni odiar, ni perdonar… ni vivir. Esa mañana todo acabó para ellos, sin tener culpa, ese día 192 inocentes murieron.
No me olvido de los heridos, miles de personas que murieron en vida. No perdieron la vida pero sí la libertad. Las secuelas, 6 años después, siguen estando muy presentes. Personas que no pueden subir a un tren sin que un escalofrío recorra su cuerpo, sin que les tiemble el alma, sin que revivan todo aquel infierno.
Pero hoy, ellos están ahí, recordándoles, honrando su memoria, los que quedaron en esta parte de las vías, los que ese día perdieron parte de su vida, los que luchan cada día para seguir adelante, para levantarse cada mañana sabiendo que les falta alguien importante. Valientes. Sólo los valientes son capaces de vivir con ese dolor.
11 de Marzo de 2004, un día que tristemente ha quedado marcado en el calendario, un día en el que la metralla ganó a la vida, un día en el que el coger un tren que no es el tuyo o perder el tren de todos los días marca una gran diferencia, un día cualquiera en el que cualquiera pudo ser etiquetado como “víctima del 11M”, un día desde el cual todos nos sentimos más tristes, un último día para 192 personas.
11 de marzo de 2004, uno de los peores atentados en Europa deja a 192 muertos (193 con el policía que murió en la detención de los autores), miles de personas heridas y un país llorando a sus hijos.
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