Sabina era una mujer de armas tomar y por eso siempre iba a trabajar con un cuchillo en el bolso. La calle era peligrosa y Sabina no dudaría si llegaba el momento. Su vida no fue fácil. Se fue de casa el día en el que su padrastro casi la mata, se fue justo después de matarlo. Sabina nunca tuvo ambiciones, dejó de estudiar cuando ya no podía disimular los golpes; no fue rendición, fue supervivencia. Sabina odiaba a los hombres, lo más parecido a un orgasmo era la aguja rozando sus venas. Echaba pulsos con la muerte, le miraba a la cara y le escupía. Escupía toda la rabia que llevaba dentro, todo el veneno que le consumía. Apenas se dio cuenta de la sobredosis, apenas sintió dolor. Cuando el dolor te ha quemado durante tanto tiempo, cuando ha conseguido matarte; al final te alivia. Sabina era puta, pero tuvo claro que más puta era la vida.
viernes, 19 de agosto de 2011
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mucho más.
ResponderEliminarpor supuesto.
ResponderEliminarBreve pero intenso.