martes, 3 de agosto de 2010

Era la segunda vez que coincidíamos y los dos nos habíamos quedado con las ganas. Estuve todo el camino en coche intentando imaginar cómo sería volver a verte, qué harías tú y qué haría yo, trazando un plan, un plan perfecto que recogiera todos y cada uno de los posibles movimientos. Tu mirada se encargó de hacer tambalear mi plan y tu abrazo de hacerme tambalear a mí. Demasiada gente, no podíamos cruzar dos palabras sin que ningún amigo viniera. Y de repente me abrazaste, lentamente, suavemente pero con seguridad. Después tu mano acarició mi cara mientras la otra hacia lo propio con la espalda. Tu mano bajó a mi cuello y tus labios la siguieron. Me miraste y te juro que nunca antes una mirada había conseguido congelarme de ese modo. Pero el calor de tus labios junto a los míos consiguió que mis latidos volvieran a oírse, pero esta vez más rápido, sintiéndote cada vez más adentro de mí, con un ritmo lento al principio para acelerarse después, sintiendo cada ola de placer recorriendo mi cuerpo, para acabar como empezamos, abrazados, salvo que esta vez estábamos tú y yo solos y sin ganas con las que quedarnos.

2 comentarios:

  1. Simplemente me encantó. No sé si es que a mí el romance me puede o si tú escribes cada día mejor, pero leer tus textos me colma de sensaciones agradables. Rezo para que el momento que plasmaste haya sido real. Un beso!!

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