martes, 8 de junio de 2010

La noche que nos conocimos sobró todo. Sobraba la música, la gente, incluso el segundo en que nos conocimos. Los dos sabíamos que nos buscábamos mucho antes de encontrarnos. Ganaste el juego de sonrisas, en el de miradas empatamos, o eso creíste, yo ya te miraba mucho antes de que empezásemos a hablar. Sobraban las ganas de quererse, de jurarse amor eterno. Nunca nos enamoraríamos, nunca nos diríamos te quiero, ésas eran las normas. Tú chico sonrisas, yo chica sincera, los nombres también sobraban. Entre una masa de cuerpos mojados de fiesta sólo estábamos tú y yo hasta que desaparecimos. Desaparecimos en el momento en que tus labios rozaron los míos y dejamos de ser tú y yo para convertirnos en uno solo. Esa noche nos amamos como sólo dos personas que no se aman pueden hacerlo. Nos hicimos felices como sólo dos personas que no son felices juntas pueden hacerlo. Esa noche olvidamos que en realidad no nos queríamos. Llegó el momento de la despedida, oh dios mío ese momento sí que sobraba. Me alejé. Tu voz se oía cada vez más distante: sabes chica sincera, también perdiste el juego de miradas, yo ya te miraba mucho antes de que empezásemos a hablar. No pude decir nada, sólo podía repetirme: nunca nos enamoraríamos, nunca nos diríamos te quiero, ésas eran las normas. Normas que sólo dos personas que saben que no van a cumplirlas pondrían.

3 comentarios:

  1. Amo las contradicciones que terminan en la coherencia de los actos
    Besos

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  2. Buenísimo texto, el final es la parte cuerda de la locura de aquella noche, me ha encantado, de veras.

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  3. Se siente increíblemente bien reconocerse en el texto de otros...¡Fascinante!

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