lunes, 23 de enero de 2017

El paso del tiempo

El paso del tiempo se nota cuando compras chupetes para regalar a tu amiga, ésa que es un año menor que tú. O cuando un jodido niño te llama señora por primera vez. La edad se sufre cuando en vez de salir de fiesta tres días a la semana, es la resaca la que dura ese tiempo. El paso del tiempo te lastima cuando te das cuenta de que ya son 10 años desde que se fue la abuela y 3 el abuelo. El tiempo te sorprende cuando compruebas que puedes seguir viviendo sin personas que considerabas imprescindibles en tu vida pero que, aunque hayan pasado meses, sigue doliendo. Los años te duelen cuando te paras a pensar en todos los sueños que tenías y los que en realidad se van cumpliendo. El paso del tiempo te golpea mientras sigas viviendo. 


Cuentan que Saramago paró todos los relojes de su casa a las cuatro, la hora en la que conoció a su mujer: "Eso no significa que el tiempo se haya quedado ahí, sino que es como si el reloj marcara la hora en la que el mundo empezó”. Pero a mí esta frase me lleva a pensar en todo lo contrario. En ese momento en el que nuestro reloj se pare, ese momento en el que nos demos cuenta de que lo realmente malo que tiene el paso del tiempo, es que un día dejará de hacerlo. 

Colaboración en #relatosTiempo una iniciativa de @divagacionistas

lunes, 9 de enero de 2017

Los juguetes que recuerdo

Carrito de la verdura: el carrito para guardar la fruta y la verdura se convirtió en el mejor coche que existía. Podía llevar cómodamente a todos mis peluches a cualquier lugar de la casa. Mi madre aún nos echa en cara a mi hermano y a mí que ese año no hiciéramos ni puñetero caso a los regalos que trajeron los Reyes Magos por jugar con el carrito de la verdura.

Hucha del Jorobado de Notre Dame: cuando yo tenía 8 años una señora (que sigo sin saber quién es) le regaló a mi bisabuela una hucha del Jorobado de Notre Dame. Yo no entendía por qué ese regalo no era para mí. Creo que mi bisabuela pensó que a su edad para qué le regalaban esa mierda. Nada más se marchó la señora de casa, mi bisabuela me dijo que me llevara la hucha donde quisiera. Pasó a ser el producto estrella de "mi tienda". Todos los clientes la pedían y por supuesto querían que se la envolviese en papel de periódico una y otra vez.

Papel de periódico: siempre me inventaba juegos en los que tenía que envolver cosas con papel de periódico. ¿Por qué? Pues que me gustaba envolver cosas yo que sé.

Caja registradora: este regalo se lo trajo Papa Noel a mi prima pequeña. Yo por esa época tenía 18 añazos. Mi primilla ni acabó de desenvolver el regalo; pero para mi primo mayor y para mí se convirtió en una hora de compras. Daba igual lo que llevara en la cesta, el "señor cajero" siempre me cobraba vibradores, bolas chicas, condones, películas porno... Mi primilla tardó unos años en entender por qué era tan gracioso el juego.

Pelota de rayas: durante años entrené a gimnasia rítmica con una pelota de rayas de colores. En sus ratos locos se convertía en la pelota fusil. Murió rajada por la mitad porque se cargó un cristal de la ventana.

Osita: si tengo que elegir un regalo por excelencia es mi Osita. En mi vida he tenido tanto cariño a un peluche. Siempre iba conmigo, hasta dormíamos juntas. Eso sí, siempre dormía tapándome el cuello por si venían los vampiros a media noche. Qué valiente era (la Osita digo)


Siempre he tenido muchos juguetes, pero estos son los que recuerdo con más cariño. Recuerdo perfectamente todos los ratos felices que mi imaginación y estos juguetes me han regalado. Por eso, al echar la vista atrás y recordar todos esos momentos me pregunto: ¿Por qué dejé de jugar? 


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