sábado, 7 de mayo de 2011

Hoy me siento a escribir. Llevo desde el sábado con varias ideas en la cabeza para un nuevo texto pero no me sentaba a escribir. No encontraba el momento, no tenía tiempo o estaba muy cansada. Hasta que ha salido la psicóloga que llevo dentro para ver qué pasaba. Y es que del por qué de las conductas no me libro ni yo misma. La realidad es que no me sentaba a escribir porque no quería hacerlo, porque una parte de mí se negaba a escribir el punto y final de una etapa.
Fue una graduación increíble. Tardé tres minutos en dejar caer las primeras lágrimas. Los tres minutos que tardaron mis amigas en subir al escenario para leer su discurso. Y fue en ese justo instante cuando me di cuenta de que me llevo de Salamanca mucho más que una licenciatura. El instante en el que piensas que sin ellas, esta experiencia no habría sido lo mismo. Fue una graduación emocionante. Creo que nunca he estado tan orgullosa de mí misma como en el momento en que subí a recoger la beca (la banda para entendernos). Y creo que nunca he visto tan orgullosos de mí a mis padres como en el instante en el que vieron que pese a las dificultades, su hija se estaba graduando.

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