Elegiste perder. Elegiste ser débil. Elegiste el fuego quemando tu garganta, la bradicardia, la autodestrucción. Elegiste que el ángel blanco recorriera tus venas, lento, matándote poco a poco, sin ruido, sin dolor, avanzando como el reo a su silla: despacio, anhedónico, directo. Elegiste el cariño de la calle al de tu familia. Elegiste el llanto. Elegiste el camino fácil, duro pero fácil. Elegiste el calor de la droga, de la droga barata, el lujo nunca fue contigo. Por eso nunca intentaste salir, nunca te diste el lujo de salir adelante.
Elegiste no poder elegir, elegiste que la cocaína lo hiciera por ti.
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