Allí estaba yo
esperando el autobús camino Logroño. Y allí estaba él. La espera se ponía
interesante la verdad, con este hombre en el autobús el viaje no podía ser
aburrido. La gente le llama pobre hombre, a mí más bien me pareció un hombre
perdido. No sé muy bien su historia pero parecía una de esas personas a las que
la vida sólo les ha dado ostias, tantas ostias y tan fuertes que la jodía de la vida acaba ganando la
partida. Me equivoqué. No iba a Logroño. Apareció el autobús de Madrid y vi luz
en su mirada y un atisbo de sonrisa en su cara. Esperaba a alguien que no vino.
La luz de su mirada se apagó, y entendí que la tímida sonrisilla un día fue
sonrisa pero que el tiempo se ha encargado de ir apagándola a base de
desengaños.
Y ahora, siempre que le
veo le sonrío, porque se lo merece. Porque pese a todo sigue manteniendo la
esperanza, pero sobre todo porque pese a que la vida le ha ganado muchas
batallas, él a sus sesentaitantos aún no ha dado la guerra por perdida.
Joder, hoy estaré hipersensible o algo pero me has llegado a la patata.
ResponderEliminarHay personas que se han pasado media vida esperando como Penélope, y a cambio sólo han recibido decepciones y puñaladas.
Ojalá un día su suerte cambie. De momento seguro que tu sonrisa ayuda.
¡Abrazos!
¡JO-DER! Ha sido lo único inteligente que me ha venido a la cabeza después de leer esta entrada. JO-DER.
ResponderEliminarMe encanta.
Nunca hay que dar la guerra por perdida.
ResponderEliminarPD: Me alegra leerte.