“Si la mochila pesa, más profunda será la huella”. Y cogía
y subía un ochomil. Sin sherpas, sin porteadores, sin oxígeno artificial,
sólo con lo exclusivamente
imprescindible en la mochila y con amigos. O con compañeros que se convierten
en amigos cuando la supervivencia también depende de los demás. Subía las
montañas porque estaban allí. Y murió en la montaña porque no se le ocurría
mejor forma de morir. Ni de vivir. No era un héroe. "Los héroes son los
médicos que curaron el cáncer de mi madre". No era un héroe y lo sabía. Eso es
lo que le hacía grande. La valentía para vivir la vida como él quería vivirla,
la humildad para saber que algún día quizás no bajaría. Su intento de
rescate siempre será recordado como un ejemplo de lo grande que puede llegar a
ser el ser humano. Si estás en problemas a 7000 metros de altura y cogen once
tíos desde distintos puntos del país y van a buscarte es que algo de encanto
tienes. Si tu amigo se queda a tu lado durante casi cuatro días poniendo su
vida en peligro porque tiene claro que no piensa dejarte solo, es que eres
alguien que merece la pena conocer. Y a tu amigo también.
No sé cuán profunda era la huella que dejabas en la
montaña. Sólo sé que desde que leí “Los catorce de Iñaki” miro mis huellas
intentando imaginar cómo fueron las tuyas.
Relato para la iniciativa de @divagacionistas #relatosHuellas