Allí
estaba yo, sentada en una mesa de una típica cafetería de Madrid. ¿Qué cómo
coño es una típica cafetería de Madrid? Chico y yo qué sé, a mí qué me
preguntas si soy de Soria. Pues no sé, una típica cafetería de Madrid. Allí
estaba yo, removiendo un café frío, sentada en la última mesa y no por casualidad,
desde esa mesa veía toda la cafetería. Veía al señor que mataba su vida y la de
su gente con una copa, al señor que sólo necesitaba pedir una cerveza para
leerse todos los periódicos y así no comprarlos, a la señora que limpiaba toda
la mierda que se acumulaba en el suelo, y al Comisario Peñuelas. Empezaba a
pensar que este señor no tenía vida o que la mía le parecía mucho más
entretenida. Me seguía, a todas partes, me seguía desde la muerte de mi marido.
Yo sabía que no podía cometer ningún error y él sabía que algún día lo
cometería. Y de repente apareció ella. Una tía con un vestido rojo
despampanante, tan despampanante que yo tengo uno igual. Hasta yo me quedé mirándola.
Toda una femme fatale. Se sentó entre mi mesa y la del Comisario Peñuelas,
Comisario Peñu para amigos y sospechosas de asesinato. Pidió Matusalem con
hielo. Esta tía sabe. El Comisario Peñu también sabe, pero cometió un error al
dejar caer sus papeles al suelo. Y ahí estábamos las dos, la femme fatale y una
servidora, con foto y todo en nuestros respectivos informes. El Comisario Peñu
sabe, pero no del todo, no sabe cuál de las dos mató a mi marido. Y si os digo
la verdad yo tampoco tengo ni idea. No es por hacerme la inocente pero mi
marido apareció muerto en una de sus fiestas,
esas fiestas que montaban él y sus amigos para ver quién la tenía más
grande, la casa me refiero. No recuerdo nada de esa noche. Música, invitados,
alcohol, sangre, alcohol, gritos, más alcohol, más sangre, vestido rojo, mi
marido muerto en el suelo, alcohol, alcohol, sangre. El móvil suena, mensaje
recibido: lo siento cariño,
llegaré tarde. ¿Cómo puede ser? ¿Qué broma macabra es ésta? ¿A qué coño juega este tío?
El mensaje ha sido enviado desde el móvil de mi marido. A la femme fatale
también le ha sonado el bolso. Joder con el Comisario Peñu, parecía tonto pero
acaba de dejar a dos mujeres totalmente descolocadas. Puedo ver una especie de
sonrisa en su cara. Lo tiene claro. Ha cerrado la carpeta donde guardaba todos
los documentos. Sabe quién es la asesina. Sabe quién le mató. Nos mira, primero
a una y luego a otra. Nos tortura, juega con nosotras, en vez de venir a por
una de las dos pide una cerveza. Qué desgraciado de tío. Espera, se levanta, se
acerca, cada vez está más cerca, exactamente a una distancia equidistante de la
mesa de la femme y de la mía. Ya está, el órdago está echado.
-
Disculpe señorita pero tenemos que cambiar de tren, éste se ha averiado. Llegaremos
con un poco de retraso pero en el otro tren
también hay cafetería para que el viaje se le haga más ameno.
-
Uy lo siento, no me había dado cuenta de que estábamos parados y de que el resto
de pasajeros ya se han marchado.
El tren se ha averiado. Lo siento
cariño, llegaré tarde.
Colaboración en #relatosTrenes una iniciativa de @divagacionistas