Ninguno de los que estábamos allí creía en Dios salvo ella. Decía que lo había visto. Decía que al final del tunel no había ninguna luz sino un tío disfrazado de Elvis. Y un tío que se disfraza de Elvis al final del tunel es un puto jefe, es dios. Nos descojonamos. ¿Cómo pueden ser ésas las primeras palabras de una tía que acaba de despertarse del coma? Etílico pero coma. Así es, el ser humano es capaz de beber hasta perder la conciencia, la sensibilidad y la capacidad motora voluntaria. Para que me entiendas, es capaz de ponerse hasta el culo. Seguro que piensas que tiene que haber un motivo, una razón para semejante pérdida de control. Nosotros también lo pensábamos. Ella no lo tenía tan claro. No sabía si era un motivo o un conjunto de jodiendas que acaban con cualquiera. Pero ahí estaba ella, en una cama de hospital, con la tranquilidad que te da el saberte vivo, con la decepción de no haber conseguido acabar con el dolor. No se acordaba de nada de lo ocurrido en la fiesta y sólo hablaba para preguntar si había venido a visitarla mientras estaba dormida (sí bueno, dormida, ninguno nos atrevimos a corregirla) , si creíamos que vendría a verla, si pese a su encontronazo la llamaría. Flipábamos, ¿cómo coño iba a aparecer si tuvieron una bronca de la ostia? Nos miró uno a uno y esbozó una sonrisa. No hizo falta que dijera nada, su cara habló por ella. Vendrá, no me miréis asi, seguro que vendrá. Siempre me ha llamado la atención la forma en que la gente es capaz de no ver la realidad, de aferrarse a una mentira para engañarse a si mismo. Porque no nos engañemos, la mayoría de las mentiras las decimos para creérnoslas nosotros mismos, no para mentir a los demás. En todo el tiempo que estuvimos allí no vino a visitarla. Nos fuimos, nos echó. Volvimos a flipar, Elvis entró en la habitación. Os dije que vendría, Dios no miente.
jueves, 20 de septiembre de 2012
jueves, 6 de septiembre de 2012
Y de repente, vuelve a tu vida alguien que creíste perdido en el camino. Y te das cuenta de que nunca debió haberse ido, de que fue un error dejar que se fuera. De repente, los sueños no se hacen realidad si no que consiguen hacer que la realidad valga la pena. De repente, una llamada te hace recordar que has tenido la suerte de encontrar a alguien que te sabe escuchar, que se preocupa por ti, que te aconseja, que te apoya incluso en tus planes locura. De repente, recuperas a un amigo que consigue que te vayas a dormir con una sonrisa, cosa que hace demasiado tiempo que no hacías.
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